domingo, 23 de noviembre de 2014

Ver y recordar


En la calle alguien duerme en el portal de una tienda. Alguien que se tapa bajo un saco de dormir azul. Como un pie que cubres con un calcetín, el crujir de una pieza rota al que estás acostumbrada.
Me pregunto para qué estar en la calle, para renovar mis ganas de estar sola como diría Lord Byron, y también para echarla de menos cuando no esté en ella. Las elecciones. Salir o no, dormir o escribir.
Solo compraré si no me lo regalas, quiero lo que me hace débil pero no soy débil, por qué me gusta aquello que no me conviene. La habitación como fábrica de pensamientos, la cueva de Platón; sal, me diría, a ver el Sol. Y si fuera ciega no podría verlo, pero tenemos dos ojos para ver (para nada). Cómo me sentiría si me quitaran la vista, dímelo Borges. Hay cosas que es mejor no ver. "Mirar tu cuerpo sin más luz que la tuya, / que esa cercana música que concierta a las aves, / a las aguas, al bosque, a ese ligado latido / de este mundo absoluto que siento ahora en los labios". Sin más luz que la tuya,
el infierno sería un honor si de ti se tratara. Quién me ha arrancado los ojos, algo que yo he engendrado. No sé de flores, sé de hojas, como Wislawa. Las personas que llenan vasos para que el agua tiemble y brille con la luz de la bombilla. Las que ponen las verdes hojas en agua, y no las flores. Para que las flores brillen por su ausencia. Para recordar.




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