jueves, 13 de noviembre de 2014

Un domingo en una casa de campo tiempo atrás


      Campo de trigo con cipreses, Van Gogh




La tierra donde la hierba no crecía.
Ahora es invisible,
y salen como de una ametralladora
sangre, para ser
sueño, para hacer.
Pero todo está vacío,
no hay malas hierbas ni buenos cultivos.
Solo gatos que buscan refugio.
Y nosotros ¿dónde?
Al calor de la chimenea,
sin percatarnos de la desaparición,
las ruinas no se recuerdan,
ni el engaño de que antes todo fue mejor.
No importa la lana ni la madera,
los quejidos de animales muertos
son ecos encerrados en páginas y museos.
La vida está donde no hay calor ni pausa.
Yo veo las tardes de domingo tan lejanas
aún cuando escribo en una tarde de domingo.
Y huelo el café como si estuviera en el pasto
con el peligro invernal,
y sueño, todavía, en salir de la caseta
y enfrentarme al aire y los vastos campos,
y confío en el hombre porque me da su calor.
Nunca hubiera pensado en la maldad:
solo en procesiones de orugas,
en caminos mal señalizados,
en vayas de madera vieja,
en ríos de agua fría para zambullirnos.

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