Es impensable todo lo que podría dedicar a Blake, ya no solo letras sino ideas, que no llegarán a la perfección que alcanzaron con él, que son difusas y etéreas, pero las conocí por él y eso es lo que cuenta.
Sacrifico la pobreza por
prudencia,
mato al sueño y no sueño,
elevo mis alas para
comprobar que no vuelan,
cabalgan mis pies si cojeo.
Ver que tu felicidad es otra
inalcanzable
no verla
verte
incapaz de crear
torpe recreando
tan audaz en tu persistencia
y tan moribundo.
Recortaré horas
todas las que sean
necesarias
la enfermedad no es más que
el invento
para evitar estar enfermo
para seguir caminos
conocidos
y no adentrarse en el
terreno abandonado
y no pincharse con arbustos
y
así envenenarse, de todos
modos.
Qué cálido es el frío y
torpe quien sabe
tortuosas máximas:
el camino de vuelta a casa
o como la mañana en que
abres una puerta.
Sin saber poner ejemplos ni
rostros
ni marcar vidas con lápices
sin juzgar sin dañar,
sin notar avance sin
enfermedad.
Los muertos vivirán,
sépanlo,
y la peste que consagraba un
admirado poeta
y la pestilencia que
consagro por él
y por mí,
no me dejarán acabar un
pensamiento
ni creer que puedo ser
más de lo que creo.
No es la pestilencia sino
yo,
no soy yo, no.
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