martes, 13 de enero de 2015

Los creadores de monstruos

Cuando era una niña, recuerdo que temía al hombre del saco. Duerme, me decían, o de lo contrario vendrá el hombre del saco y te llevará con él. Yo hacía caso, sin saber que el hombre del saco me podía perseguir en sueños. Desconocía que hay otra vida cuando duermes, es un mundo parecido a un espejo: todo lo que pasa en la vida real se refleja de una manera distorsionada en la vida de los sueños.

A medida que fui creciendo, comprobé que había otros monstruos, ya podía verlos a través de la televisión. Su aspecto era horrendo: despeinados, con la cara desfigurada, espíritus, seres que vivían en el inframundo y con características físicas que les hacían parecer peligrosos. Pero todos ellos tenían un común denominador: eran personas que habían pasado por un momento difícil o por alguna desgracia que les perseguía durante el resto de sus vidas. 

Hubo una etapa de mi vida en la que consideré, incluso, que los monstruos estaban a mi alrededor: mis compañeros de clase, mi familia y mis amigos. Me sentía mal y era por su culpa.

Ahora que entro en el desconocido mundo de los adultos, presiento que hay un monstruo aún más demoledor: el dinero. Nosotros, los papalagi, según el libro de Erich Scheurmann, creemos que seremos más ricos cuanto más dinero tengamos, pero no nos damos cuenta de que, como amamos el dinero, toda nuestra vida la dedicamos a él, y en contra de nuestras expectativas, no nos hace más felices. Tanto es así que podemos llegar a realizar actos inhumanos por dinero, que solo es metal pesado y papel grueso, como se observa en el libro de Scheurmann. Así, algunos lo consideran un dios, pero en realidad puede ser un monstruo si nos dejamos cautivar por él.

¿Por qué creamos monstruos? Como se puede apreciar en estas líneas, todos los monstruos aquí descritos son producto del ser humano. Recuerdo cuando miraba debajo de la cama o abría el ropero, temerosa de que pudiera esconderse allí el origen del mal. En realidad era yo quien creía que podían llegar a existir, y si creemos que algo o alguien es el origen de nuestro mal, nos encargamos de ignorarlo o eliminarlo. Así pasó con Gregorio Samsa: su propia familia lo veía como un monstruo, pero, ¿qué hubiera pasado si en lugar de tratarlo como tal lo hubieran seguido tratando como antes? En este libro de Franz Kafka se advierte lo que intento decir: está en nuestras manos crear monstruos.

4 comentarios:

  1. Muy interesante. Coincido contigo en lo que refieres, creo que todo lo que endiosamos, y que luego quedamos dominados por ello, son monstruos que nos destruyen cuando, sonrientes, dicen amarnos.
    Gracias

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  2. Me gusta tu reflexión, de que los monstruos que nosotros creamos son los parásitos que plagan nuestras almas. Buena referencia la de La Metamorfosis. ¡Saludos!

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  3. “Poderoso caballero es don dinero” reza el poema de Quevedo y dese la antigüedad ese monstruo ha sido la realidad. Quizá el monstruo del saco fue para que el mundo de los adultos no te sorprendiera y engañe como a los demás. Buen cuento!

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