sábado, 12 de noviembre de 2016

Una de esas noches en Barcelona

Era una de esas noches en las que Barcelona se sumergía. Las luces se habían apagado y solo quedaban los ecos del día: gritos en medio de la calle, palabras sin significado, paseos hacia algún lugar por el placer de la búsqueda, manos en los bolsillos, chaquetas negras, voces frágiles cantando a todo volumen.

Claudia entró en el bar y saludó a Rays, que le esperaba sentado en un sofá. Ella no se quitó el abrigo. Sonaba Wonderful Tonight.
¿Cómo estás, Claudia?
Bien, ¿y tú?
Bien, me alegro de volver a verte. 
¿No quieres beber algo? Rays daba pequeños sorbos a la cerveza.
No, gracias. La capucha de Claudia aún cubría su cabeza y se tapó las manos con las mangas del abrigo. 

Salieron del bar una hora más tarde. Era una de esas horas en las que no había ni un alma. Claudia miró hacia arriba pero las estrellas se escondían. Rays seguía hablando; cogió a Claudia de la mano mientras le recordaba esos días en que salían por la ciudad para perderse. 

Mírame.¿No te acuerdas?
Claudia le miró y no vio nada.

Caminaban por el Raval. Sus zapatos estaban mojados y los dos tiritaban. Claudia observaba cómo caían los recuerdos por las fisuras del suelo y cómo se erizaba la piel de las paredes.
Era una de esas noches en las que las palabras se escuchaban desde un lugar lejano.

Claudia se paró y se sentó en un portal. Rays se sentó a su lado.
¿Alguna vez has pensado en cómo es la textura de las nubes cuando llueve? 
Rays no dijo nada.
Yo creo que es igual que la arena cuando se ahoga en las olas. O igual que cuando lloramos y nuestros ojos tiemblan. 
Puede ser. Bueno, es muy tarde, me tengo que ir ya.
Vale, Rays. Yo también. Ya nos veremos. 

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