martes, 1 de noviembre de 2016

Citas de Cartas a un joven poeta

La mayor parte de los acontecimientos son inexpresables (...) y más inexpresables que cualquier otra cosa son las obras de arte (...).

No hay más que un solo remedio: adéntrese en sí mismo.

Se necesita una fuerza muy grande y muy madura para poder dar de sí algo propio ahí donde existe ya multitud de buenos y, en parte, brillantes legados.

Acúsese a sí mismo de no ser bastante poeta para lograr descubrir y atraerse sus riquezas.

Una obra de arte es buena si ha nacido al impulso de una íntima necesidad.

En realidad, sobre todo ante las cosas más hondas y más importantes, nos hallamos en medio de una soledad sin nombre.

Busque la profundidad de las cosas: hasta allí nunca logra descender la ironía.

De todos mis libros, muy pocos me son imprescindibles. (Habla de la Biblia y de las obras del poeta Jens Peter Jacobsen Seis cuentos y Niels Lyhne)

Si yo he de decirle quién me enseñó algo acerca del crear (...) solo puedo citar dos nombres: el del grande, muy grande Jacobsen y el de Auguste Rodin (...).

Las obras de arte viven en medio de una soledad infinita, y a nada son menos accesibles como a la crítica. Solo el amor alcanza a comprenderlas y hacerlas suyas: solo él puede ser justo para con ellas.

Todo está en llevar algo dentro hasta su conclusión, y luego darlo a luz; dejar que cualquier impresión, cualquier sentimiento en germen, madure por entero en sí mismo, en la oscuridad, en lo indecible, inconsciente e inaccesible al propio entendimiento.

Ser artista es: no calcular, no contar, sino madurar como el árbol que no apremia su savia, mas permanece tranquilo y confiado bajo las tormentas de la primavera, sin temor a que tras ella tal vez nunca pueda llegar otro verano.

¡La paciencia lo es todo!

Procure encariñarse con las preguntas mismas, como si fuesen habitaciones cerradas o libros escritos en un idioma muy extraño.

No se deje engañar por lo que aparezca en la superficie. En las profundidades es donde todo se vuelve ley.

Ame su soledad y soporte el sufrimiento que le causa.

De este modo aprendemos despacio a discernir las muy pocas cosas en que perdura algo eterno, digno de nuestro amor (...).

Solo hay una soledad. Es grande y difícil de soportar.

¿Por qué empeñarse en querer cambiar el sabio no-entender del niño por un espíritu constantemente en guardia y lleno de desprecio frente a los demás(...)?

Piense, muy estimado señor, en el mundo que lleva en sí mismo, y dé a este pensar el nombre que guste.

Si no hay nada de común entre usted y los hombres, procure vivir cerca de las cosas. Ellas no le abandonarán.

¿No ve cómo todo cuanto acontece es siempre un comienzo? 

Está claro que nuestro deber es atenernos a lo que es arduo y difícil.

El que algo sea difícil debe ser para nosotros un motivo más para hacerlo.

Amar es más bien una oportunidad, un motivo sublime, que se ofrece a cada individuo para madurar y llegar a ser algo en sí mismo.

Para el amor y la muerte, no se podrá dar con ninguna regla común que se funde en algún convenio.

Llegará un día (...) en que aparecerá la mujer cuyo nombre ya no significará solo algo opuesto al hombre, sino algo propio independiente, (,,,) Tal progreso transformará de modo radical la vida amorosa, ahora llena de errores, y la convertirá en una relación tal, que se entenderá de ser humano a ser humano y ya no de varón a hembra.

Por eso pasa la tristeza. Lo nuevo que está en nosotros, lo recién llegado, se nos entra en el corazón, se desliza en su cámara más recóndita, y ya tampoco está allí: está en la sangre.

Lo que llamamos destino pasa de dentro de los hombres a fuera, y no desde fuera hacia dentro.

Si hemos sido puestos en medio de la vida, es por ser éste el elemento al que mejor correspondemos, al que somos más adecuados.

Quizá todo lo terrible no sea, en realidad, nada sino algo indefenso y desvalido, que nos pide auxilio y amparo. 

Debe tener paciencia como un enfermo y confianza como un convaleciente.

No se observe demasiado a sí mismo. Ni saque prematuras conclusiones de cuanto le suceda. Deje simplemente que todo acontezca como quiera.

Créame: tiene razón la vida.

Son puros todos los sentimientos que le abarquen totalmente y le eleven.

Su duda puede tornarse una virtud, si usted la educa.

Deje obrar en su ánimo la grandiosa soledad (...).

El hallarnos en circunstancias que nos formen y labren, colocándonos de vez en cuando ante cosas grandes y naturales, es todo cuanto nos hace falta.



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