miércoles, 2 de noviembre de 2016

Mi sobrino


Mi rutina era lo que más me gustaba, y con lo que más cómodo me sentía: me levantaba a las 7, tomaba leche con cereales, me iba a currar, comía a las 3, echaba una siesta de media hora, iba al gimnasio, cenaba a las 9 y finalmente dormía. Se podría decir que era aburrido y muy metódico, pero no me gustaba salirme de ese esquema.

No tenía familia aparte de mi sobrino, que vino a vivir conmigo cuando mi hermana murió. Siempre había sentido un cariño especial hacia Toni, por su fuerza y su fe en él mismo: era valiente, no cabía ninguna duda. Aún recuerdo el primer día que llegó, parece que lo viera aparecer por la puerta, con su camisa blanca y sus grandes zapatos negros. Su infancia no había sido un camino de rosas, como suele decirse, sino todo lo contrario, y por eso el silencio y su mirada inescrutable eran sus rasgos característicos.

Se me olvidaba contaros acerca de mi gato Moix, de un precioso pelaje negro, que era el más sigiloso de la casa y la mejor compañía que pude tener en esos años. Vivíamos los tres allí, pero hacíamos vidas separadas: el gato iba allí donde le apetecía, Toni pasaba todo el tiempo en el ordenador, y yo seguía mi preciada rutina.

Un día empecé a notar que algo no iba bien. Toni tenía la costumbre de hablar solo, pero eso es algo que hacemos todos, incluso yo, aunque era preocupante que hablara con el gato e incluso discutiera con él. Moix se había vuelto esquivo, se alejaba de mí, dormía en el recibidor y solo nos vigilaba desde el rincón más escondido que encontraba en las habitaciones.

No sé si fue mi culpa, por no haber prestado atención a esos pequeños detalles, pero al cabo de un año Moix desapareció. Le pregunté a Toni, pero él dijo que no tuvo nada que ver y que "si no estás con el gato, es normal que se vaya". Ese mismo día, de camino al gimnasio, fui a sacar la basura, y encontré un gato negro muerto en la carretera. Pensé que se habría escapado y que algún coche lo habría atropellado.

Toni se pasaba mucho tiempo delante de la pantalla del ordenador, tanto que ni dormía. No salía de casa y tampoco se ocupaba de nada. Tuve que decirle que debía ayudarme, porque si no, "tendrás que irte de aquí". Era una amenaza en toda regla, pero estaba comprobado que no captaba las indirectas, o que se hacía el tonto.

A partir de ese momento, empezó a mirarme con desprecio, como si fuera un ser superior. Más tarde, comenzaron los insultos. Yo estaba tan atareado con el trabajo, que no había pensado en sacarlo de mi casa, y sus palabras cada vez me herían más, como si fuera preso de él y no pudiera hacer nada.
Cuando empezó a afectar a mi salud, decidí que debía tomar medidas, pero no sé si fue una buena solución, porque discutíamos más, incluso casi llegábamos a las manos.

El último día, me encontraba durmiendo, aunque intranquilo, y escuché su voz como un susurro: "bueno, pero mátalo, porque si lo matas ahora no se dará cuenta" y seguidamente cambiaba la voz y se contestaba a sí mismo "no lo mates, en el fondo es buena gente, y además te compra todo lo que necesitas, seguro que te quiere". Vi que tenía un cuchillo en la mano. Se acercó y siguió con ese diálogo algunos minutos más, hasta que dijo "bueno, hoy no lo mates, mejor mañana".

Después de ese episodio, me encerré con pestillo, y estuve sentado en mi cama sin poder moverme, paralizado. Decidí hacer las maletas en silencio, después de haber escrito a mis compañeros del trabajo para avisarles de lo que había ocurrido, y no pude dormir en toda la noche. 

Llamé a un taxi a primera hora para que me esperara abajo, y cogí solo lo imprescindible para hacer un solo viaje y no tener que subir, por si acaso mi sobrino se despertaba. "¿Adónde vamos?" No supe qué responder a la taxista, así que simplemente le indiqué una dirección del centro de la ciudad y me senté en un banco a esperar. 

Había sacado las maletas a toda prisa mientras mi sobrino dormía, y por poco no lo cuento, os lo juro; me pongo a temblar cuando lo recuerdo. Sé que no es fácil creerlo, pero en estas líneas os daréis cuenta de la verdad: una vez que se descubre, se está tan seguro de ella que no existe otra historia posible. Pues bien, había salido de esa maldita casa y entré en el mundo real, donde me encontré más solo que nunca. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario