jueves, 20 de agosto de 2015

La culpa

La luz, transparente pliegue girado en ruedas de vuelos y pasos
encajados, se torna piel de la noche. Morir o dormir: es tu decisión 
la opacidad del cielo, la claridad de mal, la existencia lacrimosa de Dios.
¿Quién dice que a él le importe la culpa? No se preocupa por el tiempo
ni por el efímero ligue de una noche. Sin poder evitarlo, rezo,
porque es mi culpa no creer y es mi culpa ser libre.
No es culpa de Dios la horrible tragedia de la humanidad sin culpa,
por no creer o creer demasiado, por reducir el mundo al bien o al mal,
la única respuesta: esas dos malditas calles con el mismo nombre.


No hay comentarios:

Publicar un comentario