El
dinero, el dinero, un portal sin casa, el balcón, sus manos en
tantos ojos, las Ramblas y su sistema nervioso se agazapan en el mar para volver en sí tantas veces.
Imagina que compra un helado caro y Schubert se marcha cuando llega
Wagner, el sonido que ha oído
en el metro. El principio es lento, pero las voces se mezclan en la
partitura, cuando esa mujer se sentó en la silla con la boca abierta
con un pez en la mano y decía me duele el pecho, o ese junio
caluroso en el que se vio obligada a desvertirse porque se veía
gruesa. Pasa otro niño de ojos negros, pestañas
firmes y mirada inquisitiva, pero ella finge seleccionar un
pensamiento como quien escoge un libro. Esa tarde había conseguido limpiar
su habitación, justo antes de emprender su viaje hacia el puerto y que las gaviotas
picotearan la dignidad que le restaba, ya me estás matando. Las
cabezas caen, una por una, mientras se acercan las cadencias de
Chopin y empieza otro de sus nocturnos. Re, si bemol, ¿por qué son
más trágicos los bemoles? Un sostenido puede quedar bien solo, pero un
bemol necesita de otra nota para complementarse. Los trinos pasean
de la mano, parejas enamoradas de alguien que
se caía en el pasado, pero recuerda lo que decía su profesora, la
música es el silencio que hay entre nota y nota, por eso se fija
en las manos entrelazadas, en los espacios y esa nota aguda
preguntándose por la armonía. Practica las escalas, pero hay demasiadas y empieza a presionar teclas con rabia, los acordes
rápidos que se había aprendido de memoria practicando la segunda
página de una pieza de Debussy, las repite mientras su mano escudriña el bolsillo, el dinero, la casa del
dinero y piensa que ojalá hubiera construido sin él las paredes.
Llega a casa, trata de no tambalearse, se tira en la cama, le da igual la puerta, el quicio, la mesa de la uña en el reposabrazos,
las gafas, los profesores, el dinero, la cabeza que cae porque si cae significa que en
ella ya no hay tiempo. Do, re, la, sol, do, sin tiempo ni dinero
porque quiénes son ellos para creerse con el derecho al abandono no recogido en ninguna Constitución del sueño de algún... ya me estás matando.
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